Un arte espectral, reflexiones sobre la escritura
En el curso de darle forma un personaje, a medida que
buscas en su existencia, invariablemente llega un punto en que reconoces que no
sabes lo suficiente sobre la persona que estás tratando de crear. En esos
momentos, doy por sentado que mi inconsciente sabe más que yo. Mientras vamos a
través de la vida, después de todo, observamos a todos, deliberadamente o sin
darnos cuenta. Tal vez, con el rabillo del ojo, captas en un restaurante a
alguien que representa una inspiración o amenaza o posibilidad particular,
potencialmente un amigo o enemigo… y el inconsciente se pone a trabajar en eso.
Necesita muy pocos datos para armar un retrato comprensible porque es de
suponerse que ya ha hecho la mayor parte de ese esfuerzo. Para emplear una
analogía desdichada, es como si el inconsciente fuera un potente ordenador que
a menudo no necesita muchos datos nuevos para darle forma a un retrato,
considerando cuánto material ya ha sido almacenado.
Por otro lado, el inconsciente puede sentirse con
frecuencia violado por lo que pedimos, por lo que, en realidad, logramos
extraer de él. Tal vez una buena parte del material que está suministrando
ahora estaba archivado originariamente para sus propios propósitos. Supongan
que el inconsciente tiene una raíz en el más allá que nuestra mente consciente
no posee. Si es así, tendrá nociones más profundas que nosotros sobre la
muerte. Atrevámonos, entonces, a conjeturar que el inconsciente convive en
términos estrechos, incluso familiares, con esa presencia elusiva en la mente
consciente: nuestra alma. Si tal es el caso, el inconsciente puede sentirse
explotado por la presión del novelista de extraer tanto de su producto a partir
de sus recursos.
Supongan que la relación del inconsciente con el
consciente es análoga a la de un esclavo griego cultivado al servicio de un amo
romano abrumador. Si usamos esta idea como premisa de trabajo, podemos suponer
que nuestro subconsciente está lleno de los tipos más tramposos de resistencia.
Todo lo que el escritor recibe es una sensación de resentimiento opaco, tenso.
Tal vez el inconsciente no está dispuesto a sondear el material requerido. La
forma aguda de esto es el bloqueo de escritor. Pero, en ese sentido, hay un
toque de bloqueo de escritor en casi cada día de trabajo. Forma parte de la
experiencia de escribir. A cierta vamos bien por una página o dos, tal vez
incluso tantas como cuatro o cinco. En los días felices, uno está escribiendo
como si estuviera todo allí, un don. Ni siquiera pareces tener mucho que hacer
con eso. Solo estás a mano para trascribir lo que va apareciendo. Entonces
llega el momento en que nuestra ambición nos ordena seguir adelante: “Tres
páginas desde el final del capítulo. No puedes detenerte ahora, no con esta
racha maravillosa”. En este punto, muy a menudo, las frases empiezan a ser
forzadas, y sientes: “No, tenemos que dejarlo por ahora —maldición, maldición—,
ahora la mañana de mañana estará perdida, pero, no, no trates de terminarlo
ahora, vas a arruinarlo”. Eso es lo que aprendes con el tiempo.
Norman
Mailer
Comentarios
Publicar un comentario
Cualquier opinión inteligente, relacionada con el tema de cada post y expresada con educación, será bien recibida. El resto, se suprimirá.