Coaching para el creativo que hay dentro de ti
Usted empieza a escribir una novela. Comienza con
entusiasmo y, luego, al cabo de unos cuantos días, “aparece la resignación”,
como diría Virgina Woolf. Se resigna al desagradable hecho de que su novela no
va a surgir de usted, como si usted estuviera escribiendo al dictado de su
musa. Se da cuenta de que sabe mucho menos de su novela de lo que en el primer
empuje de entusiasmo, creía saber. Ahora, además de no saber, tiene frases y
párrafos de los que ocuparse, frases y párrafos que no le gustan nada. Sí, es
prematuro, sí es un borrador; sí la belleza aparecerá en la revisión. Sí, ese
es el proceso. Pero usted lo detesta.
A veces, detestar la novela que uno está escribiendo forma
parte del proceso. No se trata de una broma cósmica contra la cual reclamar.
Simplemente es. Habrá veces en que detestará realmente el proceso de escritura
de su novela, aun cuando comprenda de verdad que el proceso es así, que no hay
forma de sortearlo. Es aversión, esa preocupación ese temer lo peor, ese andar
pesadamente en lugar de remontar el vuelo, todo esto forma, a veces, parte del
proceso. Y usted tiene que aceptar esta verdad.
Puede optar por decir: “Puedo hacerlo, aunque me duela”. Con
eso, respeta el proceso. O puede deshonrar el proceso fantaseando con que
debería ser diferente para mortales con una mayor dosis de suerte. Puede
suponer que algún escritor, en algún lugar, a quien usted envidia y detesta,
está escribiendo una página tras otra, haciendo una obra de arte con una
facilidad ridícula, riendo en todo momento ante el ordenador, sacando su genio
sin esfuerzo, mientras usted se niega a salir de la cama. Puede fantasear de
esta manera para salir del apuro y evitar la realidad del proceso. Pero mejor
será que no lo haga.
Probablemente usted querría que el proceso fuera de otra
manera. Quizás intente esperar a que todo pase, a que cambie milagrosamente
para que, por ejemplo, las rosas florezcan en invierno, las naranjas broten del
árbol ya peladas, y su audición y su visión mejoren con la edad. ¿Cuánto tiempo
tendrá que esperar? Mucho. Mucho tiempo. Sí, es posible que la ingeniería
genética esté trabajando ya en sus naranjas ya peladas. Sí, algún colega en
alguna parte esté reemplazando su viejo audífono por otro mucho mejor y, por
fin, escuchará lo que sus amigos y familiares le han dicho, normalmente para su
consternación. Usted puede intentar acelerar las leyes de la naturaleza,
invertirlas, manipular el curso natural de los acontecimientos. Pero lo primero
que tendrá que hacer es comprender la realidad del proceso y abrazarse a ella.
Una de tales leyes es que gran parte del tiempo que dedica a
escribir su novela puede que no sea agradable. ¡Hágase a la idea! Deje de
desear que sea de otra manera. Deje de evitar a la naturaleza. No espere que la
realidad sea más parecida a un sueño placentero. Deje de alimentar la fantasía
de que es usted un genio y de que todo lo que fluya de su pluma va a ser miel.
Abrácese a la realidad de que parte de lo que usted produzca será inspirado,
que parte de lo que cree no tendrá aliciente y que nunca habrá algo que
sustituya el esfuerzo de sentarse delante del teclado y ponerse a escribir.
Imagine que planta mil semillas en un metro cuadrado de
terreno. ¿Cuántas brotarán? Unas cuantas. La norma es que, cuando son muchas
las que compiten por recursos limitados, solo unas pocas sobrevivan. Piense en
los actores. El 99 % de los actores no encontrará trabajo. Si pone cien mil
actores en una ciudad que solo necesita a mil, ¿qué tendrá que demostrar el
actor que quiera trabajar? Tendrá que demostrar que es la excepción. Y esto no
es retórica: literalmente, tendrá que demostrar que es la excepción.
Tendrá que hacer más que el siguiente actor. Sí, también
deberá tener suerte, y no solo aparece cuando la oportunidad se encuentra con
la preparación; la suerte es en realidad solo suerte. Deberá tener también algo
de chispa, una luz en los ojos, y si esto no forma parte de su constitución,
tendrá que contar con ello. Pero si tiene esa luz, no deberá esperar a la
suerte. Tendrá que hacer todo lo que esté en su mano para demostrar que es la
excepción. Si eso significa tener que hacer cien llamadas telefónicas al día,
pues eso será exactamente lo que tendrá que hacer. Esto no garantiza nada, del
mismo modo que nada garantiza que una de aquellas semillas vaya a brotar. Sin
embargo, respeta la realidad de sus circunstancias y le proporciona una ocasión
mejor, quizás la única.
Parte de su proceso consistirá en demostrar que es la
excepción. No hará “lo que todo actor hace”, como si con eso cumpliera con el
proceso. Respetar el proceso, cumplir con él, no es lo mismo que “hacer lo que
otros en mi campo hacen”. Cumplir con el proceso, honrarlo, significa
imaginarte tu meta, comprender lo que te lleva de aquí hasta allí, y llevar a
cabo esas tareas. Un actor asiste a clases de lucha con espada porque le parece
divertido; un segundo actor está estableciendo contacto día y noche a través de
Internet con tipos de los estudios a los que desprecia. ¿Cuál de los dos
encontrará trabajo? Aunque la película precise conocimientos de lucha con
espada, el trabajo será para el actor que estableció contactos, ¿no le parece?
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