Por qué escribimos
Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza
su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las
fábricas.
Uno tiene en las manos un pequeño
país,
horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder
que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan , hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que
fueron,
bodas desperdiciadas de impotente
varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.
Uno se va a morir,
mañana,
un año,
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.
Preguntarán qué fuimos,
quienes con llamas puras les
antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.
Bien.
Eso hacemos:
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo
que nos toca.
Roque Dalton
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