Caligrafías

Dice Feynman en el emocionante libro de Leonard Mlodinow: “Un escritor o un artista puede imaginar algo y por supuesto puede quedar insatisfecho artísticamente, o estéticamente, con ello, pero ese no es el mismo grado de perspicacia o precisión con que trabaja el científico. Para el científico existe este dios del experimento que puede decir: Eso es muy bonito, amigo mío, pero no es real. Esa es una gran diferencia”.
Una observación banal. Cualquier artista verdadero trabaja con lo real y debe pasar su prueba. En teoría habla Feynman, informalmente, a través de las conversaciones grabadas con Mldinow. El método provoca incertidumbre. Y, además, es que Feynman añade inmediatamente:
“Supongamos que hubiera algún gran dios de la estética. Y entonces, cuando pintas un cuadro, no importa cuánto te guste, no importa cuánto te satisfaga, no importa qué, incluso si algo no te satisface, en cualquier caso deberías someterlo al gran dios de la estética y el dios diría: Esto es bueno, o esto es malo. Con el tiempo se te plantea el problema de desarrollar un sentido estético que encaje con esto, no solo con tus sentimientos personales. Esto es más parecido al tipo de creatividad que tenemos en ciencia”.
Todo gran arte elige lo real cuando pugnan lo real y los sentimientos personales. Esta es una de las razones de que no haya diferencia alguna entre la creatividad artística y la científica. Nick Baeza, el otro día. Dando cuenta del hallazgo en un estante polvoriento del maravilloso panfleto de Donner:
“¿La literatura es una ciencia? Oh, dioses del cielo, no, ¡es un arte! ¿Y qué diferencia hay entre el arte y la ciencia? Si queréis ahogar a alguien de rabia y estupor hacedle esta pregunta”.
Cuando lo tengáis estrujado leedle esto despacio:
“¿Acaso no existe progreso en literatura, equivalente a los hermosos avances de la medicina? Las palabras nuevas y dispuestas de nuevo, ¿acaso no se parecen a nuevos instrumentos de investigación clínica? Todo lo nunca dicho, lo oscuro, que fuera objeto de tanto secreto sufrimiento, repentinamente revelado por la literatura, ¿no equivalen esas verdades a enfermedades que por fin se han podido aislar?”
Y luego al carajo con él:
“Evidentemente no existe ninguna diferencia entre la literatura y la ciencia, y no es porque la pintura y la música hayan sido religiosas, no es porque la literatura haya sido bíblica por lo que todas esas artes, como gusanos después de comerse la fruta, se encuentran tan desnudos como la ciencia frente al hombre, y forzados a asumir el mismo deber: saber”.
La elección entre lo real y los sentimientos personales. El claro ejemplo del mejor lector vivo. Infinitamente menos gelatinoso que Steiner; mucho más severo que Bloom, aún más libre que Eco. Más trabajador que Calasso o Vargas Llosa. Y más inteligente que Amis. Vizinczey descifrando la gran mentira de Lolita, el guirlache de Nabokov:
“No cabe la menor duda de que él [Nabokov] estaba fascinado por las niñas como modelos del misterio sexual (ellas brotan en sus libros con tanta frecuencia como las violetas azucaradas) y me parece que no poseía del todo la habilidad de un gran escritor para mantener una mirada clara y objetiva sobre las cosas que le fascinaban profundamente”.
Feynman lo escucha y medita. Hay un arco iris donde se encuentra esta gente. Sigue Vizinczey, y ya no importa de dónde tira:
“Yo no creo que Nabokov hubiera usado sus inmensos talentos para fines tan innobles si no hubiera sido un fanático del Arte por el Arte, si no hubiera creído con pasión que la literatura era solamente una construcción mental, un tipo de juego que no tiene nada que ver con la vida real. No obstante, como él mismo demostró, las novelas tratan siempre de la vida; si no la reflejan con verdad, mienten acerca de ella”.
Todo lo que me ocurre es por leer a necios. Así pues, comillas, Vizinczey:
“Hay dos clases básicas de literatura. Una te ayuda a comprender, la otra te ayuda a olvidar. La primera te ayuda a ser una persona libre y un ciudadano libre, la segunda ayuda a la gente a manipularte. Una es como la astronomía, la otra es como la astrología. Lo malo de esta analogía es que la diferencia entre la astronomía y la astrología, entre la ciencia y el abracadabra, es clara como el cristal para la mayoría de la gente, mientras que la diferencia entre verdadera literatura y falsa literatura no lo es. La adulación, las mentiras piadosas, los fingimientos, las falsas ilusiones, los autoengaños, se toman constantemente por la gran literatura, mientras las más de las veces la gran literatura es atacada, despreciada y suprimida”.
Buenos días.
Arcadi Espada

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