Escribir es el sufrimiento del neurótico
Augusto Monterroso es muy amable
pero apenas puede controlar la desconfianza que le inspira el grabador. Habla
en voz baja y con un ritmo pausado, como si se peleara con la oralidad e
intentara encontrar las palabras precisas.
Se
habla de escritores de la razón y de escritores de la emoción ¿Con qué modelo
se identifica y cuál sería en su obra el papel de la intuición?
_Lo he pensado algunas veces y no
hay respuestas muy claras a eso, pero si tuviera que escoger, yo escribo más
con la emoción. También se necesita la inteligencia para dar la forma, para
encauzar las emociones, porque el trabajo con la palabra, con el lenguaje, es
un trabajo con la razón. Ahora, respecto a la intuición, no he pensado en eso,
pero sí he pensado en el instinto. Yo considero el instinto como algo que guía
al escritor, que te dice por dónde ir, cómo hacer. También se habla mucho de si
se debe escribir con la emoción de una experiencia, o después, cuando ya la
emoción se ha asentado. He tenido algunas experiencias con alumnos que me
mostraban un cuento y me decían que lo habían escrito bajo el efecto de una
gran emoción, y eso era, para ellos, lo que tenía valor. Pero para convertir
eso en arte también hace falta inteligencia, instinto. Lo mismo pasa cuando me
dicen que mis cuentos tienen humor, ironía. Estoy en contra del exceso de
humor, de la ironía permanente. El humor forma una parte importante de la vida,
y por eso es bueno que haya humor en la literatura. De ahí cierta sabiduría literaria
para poder transmitir la ironía, para que el lector reaccione, participe, se
sorprenda. Para graduar esos efectos está el instinto. Llegaríamos entonces a
la conclusión de que la principal cualidad de un escritor es el instinto. Y eso
suena como algo animal... Como soy fabulista, siempre me imagino a los
escritores en la selva, acechados por animales feroces. Es que hay que andar
con mucho cuidado para no desbarrancarse o para no ir a dar a las fauces de una
fiera.
Es
llamativo que usted se piense como un escritor de emociones porque por el
trabajo formal que tienen sus textos, y también por el uso de la ironía, se
tiende a pensarlo como un escritor muy racional.
_Cada parte va rigiendo y moderando
a la otra. Yo creo que ser escritor es muy difícil; pero siempre se piensa que
lo de uno es lo más difícil. “Nooo”, decimos, “para los pintores, es fácil;
para los músicos también. Lo difícil es ser escritor...”. El escritor tiene un
concepto, una idea y sufre por darle forma, por realizarla. No me refiero al
temor a la página en blanco sino al sufrimiento del proceso. Sin darse cuenta,
uno ya está metido en esto y sufriendo, en vez de gozar por lo que escogió
hacer.
Pero
también hay cierto gozo en la escritura ¿no?
_Bueno, esa es una pregunta que no
he podido responderme a mí mismo. No lo sé, es el gozo lo que se obtiene
sufriendo. La escritura es el sufrimiento del neurótico. La etapa en que está
el gozo es cuando he logrado terminar algo, pero no en el proceso de deslizar
el lápiz en la hoja.
Hay
en su obra algo paradójico: por un lado, ha escrito bajo la influencia de los
grandes clásicos, por el otro, las corrientes críticas vinculan su trabajo con
la literatura posmoderna.
_Sí, desde luego, tengo una
inclinación particular hacia los clásicos. Desde muy joven fueron mis lecturas
excluyentes. Lo he contado muchas veces. Yo era muy pobre e iba a la biblioteca
pública en donde leía obras maravillosas. Picaresca española, El Quijote, lo que creía que cualquiera
que fuera a ser escritor tenía que leer. También la lectura de los clásicos se
conecta con cierto humanismo, los ideales de verdad y belleza de cualquier
arte.
¿Qué
verdad?
_Bueno, no veo la verdad como una cosa
objetiva y única sino como la verdad literaria de la propia obra: que no
engañes al lector, que no hagas trucos, que no le toques las tripas. Y en
cuanto a la belleza, tendríamos que ir a los griegos, a Platón. La idea de que
era arte lo que yo estaba haciendo me abocó a mi objeto, al trabajo de darle
forma al lenguaje. Ni siquiera me refiero a los problemas que plantea el cuento
o la novela sino al trabajo con lo material del lenguaje. He pensado que de
alguna forma el cuento moderno tiende a ser un texto para ser releído.
¿Ser
releído en qué sentido?
_En el sentido de que uno pueda
leerlo una y otra y otra vez. Ese afán viene de un nuevo concepto de cuento.
Antes, el cuento estaba escrito para ser leído y tirado porque contaba una
historia que nos sorprendía al final. El ideal del cuento era llevar al lector
hasta ese momento en que se lo sorprende con que la cosa no era como él creía.
Con el final sorpresivo el cuento ya no podía ser releído.
¿La
relectura es también una forma de encontrarle nuevos sentidos a un texto?
_Espero que los cuentos que yo
trato de hacer tengan interés desde la primera frase, y la segunda y la tercera
y así hasta el final. A usted no le importa saber qué dice tal poema sino cómo
lo emite el poeta, cómo son sus versos, cuál es su ritmo. La relectura no es
para que encuentre otro significado en la segunda lectura. Si yo leo a
Baudelaire o recito "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", ya sé lo que me
dice porque lo he leído muchas veces, pero la relectura me permite saborear el
ritmo, el lenguaje. Claro (se ríe), estoy poniendo unos ejemplos maravillosos.
Baudelaire, Cervantes; bueno, ¿por qué no mencionarlos como ideal?
¿Es
decir que para usted la prosa es una forma de poesía?
_Qué bueno que lo mencione, porque
yo parto de que todo arte es poesía.
Todo arte tiende a la poesía, a
expresar la poesía. Solo que a lo mejor hay muchos que no lo saben. Es falso
que la prosa sea una cosa y la poesía otra. Podemos hacer la distinción entre
prosa y verso, pero no entre prosa y poesía. Es lo mismo para la música o la
arquitectura. Si no tiende a la poesía, el arquitecto es un fabricante de
depósitos para vivir.
Se
lo suele vincular con la corriente de la literatura posmoderna, con una
escritura muy contemporánea ¿Qué opina al respecto?
_Nunca he entendido qué es lo
posmoderno. Dicen: lo fragmentario, lo breve, lo irónico. Todas esas
categorías, esas cualidades, han estado siempre ahí, en la literatura. Hay
muchos ejemplos. Los presocráticos inventaron el fragmento, ¿no? (se ríe).
Bueno, son fragmentos de veras... Ahora ya se escribe en fragmentos. Otra cosa
que no entiendo es el minimalismo. No sé cuál es la definición, pero dicen que
yo hago minimalismo... Pero eso, entiendo, queda para los teóricos. Cada uno
hace lo que puede, se trate de textos breves o larguísimos.
Sin
usar el término posmoderno, ¿cree que su escritura es contemporánea?
_Creo que sí. La mayoría de lo que
yo he escrito son textos sobre asuntos contemporáneos con un lenguaje que también
es contemporáneo. Piense en su compatriota, en Larreta, que escribió su obra
más conocida con un lenguaje de otro siglo. Yo uso un lenguaje de todos los
días, claro, preciso. No uso palabras que no use el empleado del banco, por
ejemplo.
Eso
hace que sus textos sean aparentemente más accesibles, aún cuando son
extremadamente complejos, a veces en la intención o en las referencias.
_Hay complejidades de la forma y
complejidades de lo que se quiere decir. Por lo que hace a la complejidad de la
forma, yo tiendo a que no exista, a que esta sea sencilla. En cuanto a una
complejidad interior, dentro de lo que he escrito, es otra cosa. Estoy pensando
también en los niveles de lectura. Ahí sí puede haber complejidades. Hay un
primer nivel de lectura simple, lo que se dice, hay otro en lo referencial a
otras literaturas, eso ya lo vuelve más complejo, después estaría la traída y
llevada ironía, que como de vez en cuando aparece, hace más complejo el
sentido. También hay alusiones de segundo grado. Esto sucede sobre todo en Lo demás es silencio.
Es
un texto más largo, el único de sus libros que puede considerarse una novela.
Pero qué sucede con “La oveja negra”, por ejemplo.
-Ahí los niños leen que los
animalitos se mueven y hablan. Los adultos leen otra cosa y hay otros lectores
que leen algo que no es en absoluto lo que yo quise decir.
¿Qué
quiso decir?
_Tengo por principio no explicar
nunca una obra. El lector debe interpretarla como quiera, porque explicarla es
matarla. Yo a veces me sorprendo por la manera en que la interpretan...
¿Habría
entonces un lector ideal que pueda leer lo que quiso escribir?
_Sí, pero es un lector imposible.
El lector ideal sería el que hubiera leído todos los libros que yo he leído.
Entonces nos entenderíamos maravillosa y perfectamente. "Ah, bueno,
hombre, claro", diría el lector ideal, “está sugiriendo aquel verso de
Góngora, se está refiriendo a lo que dijo Séneca en la Carta a Lucilio”. Si uno dice “Perded toda esperanza” está claro
que se está refiriendo a Dante. Pero hay otras referencias que son más
recónditas, que están en lugares a donde no todos llegan. El lector ideal es el
que hubiera leído todo lo que el autor leyó, pero también que hubiera
experimentado todo lo que el autor experimentó.
Sí,
porque es evidente la importancia de la experiencia de lectura pero...
_También uno debería tocar la
experiencia de vida. Por eso es que el escritor debe haber vivido. Entre más
experiencias de vida tenga un escritor, más rica es su obra.
¿Es
decir que no piensa solo en la experiencia literaria?
_No, porque yo he tenido una vida
muy compleja. Probablemente iba a ser un ratón de biblioteca, pero la vida me
sacó de ahí. Estaba yo en Guatemala, era joven, cuando la lucha contra el
dictador en 1954. Afortunadamente, tuve la oportunidad de estar en las calles,
en la lucha, en lugar de estar cómodamente leyendo. Nunca tuve mi vida
resuelta. En conclusión, yo creo que hay que combinar los dos aspectos, esa
conjunción de vida y literatura. El problema es qué hace uno en la vida con lo
que lee y qué hace uno en la literatura con lo que vive. Y ahí vuelve a
aparecer el instinto en relación a cómo se conjugan los dos aspectos; cómo se
encuentra la forma de no decirlo todo, que también para eso se necesita
instinto, para no explicarle tanto al lector, aun corriendo riesgos.
¿Sería
aburrido decir todo?
_Sí, porque ya no hay juego con el
lector.
Está
diciendo que uno de los ingredientes para hacer literatura es la vida. ¿En la
vida, sirve la literatura?
_En la vida sirve muchísimo la
literatura. Tal vez yo lo digo porque desde muy niño tuve la experiencia de
combinar vida y literatura. Mi infancia fue muy pobre, pero muy llena de
libros. En mi familia pasamos situaciones muy difíciles porque mi padre era poeta,
bohemio, pero también era un gran lector y me hizo conocer muchos libros. Así,
siempre encontrábamos una referencia literaria de la cual agarrarnos. Bueno, es
para lo que sirve la literatura. Para cambiar al mundo, sin embargo, lo único
que sirve es la acción.
Entrevista a Augusto Monterroso,
por Betina Keizman
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