Apuntes de didáctica literaria
A 1
Enseñar es imposible. Aprender, en
cambio, no. Desde el punto de vista exquisitamente (y genéricamente) didáctico,
no se puede dar, y en efecto no se ha dado, un paso más allá de Sócrates. El
docente es mayeuta, partero, obstetra. Estéril, no fecunda nada ni nadie.
A 2
Enseñar es posible. Esta actividad
pertenece, Sócrates es testigo, al arte erótico, capítulo de la seducción. Testigo,
sobre todo la socrática cicuta, de que el docente que vale corrompe al joven
alumno. Le incita a preñarse de prisa, le induce a amancebarse
inmalthusianamente con esta o aquella práctica intelectual. Por ejemplo, para
el caso, con la historia literaria. Toda la importancia de la lección, del
seminario, de la discusión, reside allí. Es necesario, en lo posible,
desencadenar una específica libido disciplinaria. Y provocar una inmensa
vergüenza por cualquier posible debilidad que se refiera al Eros cognoscitivo.
Y al productivo. Más allá de Adán, a este respecto, no se ha dado, ni se puede
dar, en efecto, un paso adelante. Se puede estimular demoníacamente (también en
la acepción socrática) la pérdida de la inocencia y de la ignorancia, inducir
una mente casta a desvirgarse, ni más ni menos. Provocarla a procrear. La
seducción está relacionada con la oralidad ilectio, oratio, dialogus). El arte
mayéutico interviene después, cuando todo está consumado y, es obvio, en
condiciones de gravidez avanzada. El docente que vale reúne en sí mismo las
virtudes del corruptor y del partero. El docente que basta posee una de las dos
virtudes. Los demás docentes no sirven.
B 1
La historia literaria existe. Y tal
vez en exceso, como lo demuestran los manuales a la venta en las principales
librerías, las cátedras que obedecen a ese nombre, los exámenes que de tal
expresión toman el título. Por qué y cómo haya nacido la literatura, por qué y
cómo haya nacido la historia de la literatura (y sus manuales, sus cátedras,
sus exámenes), tratándose de fenómenos históricos más o menos relevantes (aunque
no tan monumentales como suelen pensar examinadores y examinandos en acción),
es algo comprensible, explicable e inclusive, teniendo en cuenta las
advertencias expuestas arriba, enseñable.
B 2
La historia literaria no existe.
Basta rebuscar en Marx los motivos de su inexistencia, y no se requiere
repetirlos. Existe, en cambio, la historia tout
court. La historia de la literatura es un fantasma intelectual que, no
obstante, es practicable en el marco de la comprensión de la historia tout court.
C 1
La literatura no existe. No es
posible, por mucho empeño que se ponga, encontrar en un texto, como quiera que
se lo analice o descomponga, esa sustancia o estructura o espíritu o lo demás
que se desee, que logre definir, del modo que sea, la literalidad. Aunque sea
naturalmente posible, más aún, altamente frecuente, encontrar en el texto
signos que indican la intención literaria dentro de un cuadro institucional
determinado. Hay textos, incluso, que son, por decirlo así, un signo continuo.
Es posible, y justo y necesario, en casos semejantes, entender que son textos
escritos íntegramente en código, o mejor, en jerga.
C 2
La literatura existe. No en rerum natura, sino en hominum historia. E útil, e incluso
importante, reconoce y descifrar códigos y signos. El estudio de la literatura
es una forma especializada de alfabetización cultural socialmente motivada.
Quién no descifra un código, una jerga, quien no capta un signo o un sistema de
signos, está menos alfabetizado que quien los descifra. Peor para él. Hasta la
comprensión de un simple telegrama exige una competencia que, por lo demás, se
puede alcanzar (para el caso, con relativa facilidad). También la comprensión
de una carta, de una caricatura, de un recorte publicitario, de un periódico.
También La Divina Comedia.
D 1
El código lo es todo. Poseer un
código adecuado a un texto lo es todo. Quien tiene el código, quien comprende
signos y señales, descifra; desenvuelto y seguro. Es como conocer un idioma, ni
más ni menos. Quien posee el código lee, si lo desea, el texto.
D 2
El código no lo es todo. Porque
aunque en efecto el código descifre el texto, el punto central, verdadero, es a
fin de cuentas, descifrar el código. Comprender un código es más que comprender
un texto.
Además de ser más, es otra cosa.
Descifrados los telegramas, se trata de descifrar históricamente el código
telegráfico. Etcétera.
E 1
Descifrar los códigos literarios no
es tarea del docente de literatura, quien es un descifrador de textos.
Descifrar los códigos es oficio interdisciplinario, como se dice ahora. 0 bien,
como debe decirse con mayor propiedad, es tarea de la única disciplina que
realmente existe, es decir la historia.
E 2
Descifrar los códigos es tarea del
docente de literatura. Más aún, su tarea es descifrar los códigos literarios y
extra literarios. Y es su tarea en la medida en que, como se dice ahora,
realiza una labor histórica. Y no es que el resto sea solo literatura. Lo que
ocurre, más bien, es que lo demás es silencio.
F 1
La función estética explica la
función literaria. La historia de la función estética es la clave de la
historia literaria, a la cual confiere sentido y coherencia.
F 2
La función conativa explica la
función literaria y explica también, al mismo tiempo, la función estética. En
última instancia cada mensaje, cada texto, se comprende en relación a su
específica y concreta función conativa, explícita o latente, de persuasión
patente y/o de persuasión oculta. Es decir, en relación con una práctica
ideológica. En resumen, en relación con una práctica social. O también,
ideología y lenguaje, con particular atención al grupo social emisor y no menor
atención especial al grupo social destinatario. Pero hay que considerar también
los grupos sociales transmisores. Lo que se trata de aprehender es la concreta
red de relaciones socio-históricas que el texto manifiesta.
G 1
G 1
Dicho esto, todo ha sido dicho.
G 2
Dicho esto, no se ha dicho aún
nada. Se trata de arremangarse la camisa, docente y estudiante, y de trabajar.
Con los textos, con los códigos, con los signos, con la ideología, con la
historia. El docente, entonces, abre su tienda artesanal (mejor si
adecuadamente desarrollada a nivel de alta industrialización, y si bien dotada de
oportunos instrumentos tecnológicamente avanzados y de surtidos laboratorios) y
se pone a trabajar. Y hace trabajar.
H 1
La escuela (instituto, universidad)
no es un lugar donde se enseña. Y tampoco, estrictamente, donde se aprende. Es
un sitio donde se produce (se debería producir) trabajo intelectual.
Trabajando, si se quiere, hasta se aprende. Como en la escuela primaria (a
leer, a escribir, a hacer las cuentas).
H 2
La escuela (instituto, universidad)
es un lugar donde se enseña. También, si se quiere se enseña hasta a enseñar. Y
aquí conviene comenzar desde el principio, empezando por A 1.
Eduardo Sanguinetti
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